Todas las promesas que ha hecho Dios son “sí” en Cristo. Así que por medio de Cristo respondemos “amén” para la gloria de Dios. Dios es el que nos mantiene firmes en Cristo, tanto a nosotros como a ustedes. El nos ungió, nos selló como propiedad suya y puso su Espíritu en nuestro corazón, como garantía de sus promesas.
2 Corintios 1:20-22, NVI
Las desilusiones con empleados, políticos, quienes nos deben dinero, y hasta familiares, nos han hecho ser algo escépticos con respecto a las promesas. A veces, las promesas representan esfuerzos para pacificarnos en el momento. Pueden hacerse fácilmente porque quien promete no siempre tiene que cumplir su promesa inmediatamente. Pero si permitimos que nuestra desilusión acerca del hombre y sus promesas sean el cristal por medio del cual vemos las promesas de Dios, estamos cometiendo un terrible error. Las palabras que Dios puso en la boca de Balaam hace mucho tiempo atrás, aún son ciertas hoy día:
Dios no es un simple mortal
Números 23:19, NVI
para mentir y cambiar de parecer.
¿Acaso no cumple lo que promete
ni lleva a cabo lo que dice?
Nada está más dentro del corazón de este libro que esta idea: Dios cumple sus promesas – todas y cada una de ellas. Tal vez la última persona por quien votaste no haya hecho el buen trabajo que prometió hacer, pero Dios no es como ese hombre ni como ningún otro hombre. El es confiable y completamente fiel a cada promesa que hace. Y como él es Dios, tiene el poder de hacer lo que ha prometido hacer. Una promesa de Dios es tan buena como un hecho. Puedes confiar en ella. Puedes construir sobre ella. Puedes actuar sobre ella. Puedes pararte en ella.
Completamente Convencido
Desde el mismísimo principio del tiempo, Dios ha estado haciéndole promesas al hombre y bendiciendo a quienes confían que El cumplirá sus promesas. Abraham nos muestra que la fe es tener confianza en las promesas de Dios. Cientos de años después de su muerte, Pablo lo describiría de esta forma:
Ante la promesa de Dios no vaciló como incrédulo, sino que se reafirmó en su fe y dio gloria a Dios, plenamente convencido de que Dios tenía poder para cumplir lo que había prometido
Romanos 4:20-21, NVI
Abraham fue justificado por su fe (Romanos 4:13) y para él, fe significaba mantenerse firme en el hecho de que Dios haría lo que le había prometido, incluso cuando pareciera poco probable debido a las circunstancias. Debemos ser hijos de Abraham. Debemos seguir sus pasos. Debemos aprender las grandes promesas de Dios y nunca dudar el creer en ellas.
Promesas Prácticas y Poderosas
ya que se puede confiar plenamente en las promesas de Dios, nuestro conocimiento de ellas pueden tener un poderoso efecto en cómo vemos la vida y en cómo la vivimos. No son sólo ideas teológicas que están flotando por allí, en las nubes. Son verdades inmensamente valiosas que nos ayudan a lidiar con nuestros retos y nos dan una nueva perspectiva para nuestras vidas. Probablemente, ningún escritor del Antiguo Testamento nos muestra mejor la relación de las promesas de Dios con la vida espiritual que el Salmo 119. Tal vez te has dado cuenta de su gran reverencia por la palabra de Dios, pero ¿alguna vez notaste con qué frecuencia habla de las promesas de Dios? Considera algunos de sus pasajes:
Este es mi consuelo en medio del dolor:
Salmo 119:50, NVI
que tu promesa me da vida
Cuando se enfrenta a pruebas, su convicción acerca de las promesas de Dios le permite seguir adelante y no rendirse ante la desesperación. Su dolor puede ser grande, pero la promesa de Dios es mucho más grande aún.
Tus promesas han superado muchas pruebas,
Salmo 119:140, NVI
por eso tu siervo las ama
Aparentemente es un veterano espiritual. Ha estado en tantas batallas espirituales. Una y otra vez se ha apoyado en las promesas de Dios y ha llegado a valorarlas. Le han dado fuerza incontable número de veces, sin decepcionarlo jamás.
En toda la noche no pego los ojos,
Salmo 119:148, NVI
para meditar en tu promesa
Tiene una convicción tan profunda acerca de enfocarse en las promesas de Dios que se queda despierto toda la noche, aparentemente mientras los otros duermen, para así poder pasar más tiempo sólo meditando en lo que Dios le ha asegurado que hará. El escritor hará lo que sea para llenar su mente con las promesas de Dios.
Defiende mi causa, rescátame:
Salmo 119:154, NVI
dame vida conforme a tu promesa
Cuando se siente amenazado y en peligro, clama a Dios, recordándole sus promesas. Por supuesto, Dios no se ha olvidado de las promesas que ha hecho, y el hombre de seguro sabe eso. Pero el hombre o la mujer espiritual gana coraje y corazón cuando se mantiene fiel en oración a las promesas de Dios diciendo, “Señor, ¡confío que cumplirás esto! ¡Haz según lo prometiste!”
Yo me regocijo en tu promesa
Salmo 119:162, NVI
como quien haya un gran botín
Para él, la promesa de Dios es como un tesoro. (En este caso, el “botín” puede ser algo valioso que se llevó el ganador.) La promesa de un hombre puede no valer el papel sobre el que está escrita, pero la promesa de Dios es una fuente de poder que puede impulsar a las personas a abrazar la más valiente y generosa de las acciones. Las promesas de Dios pueden inspirar a las personas a continuar viviendo una vida recta cuando situaciones del mundo parezcan estar atacándoles poderosamente. En este espíritu, toma cada una de las promesas descritas en este pequeño libro y atesóralas. Trátalas como algo de inestimable valor…pues eso es lo que son.
Los Discípulos y las Promesas
La mayoría de ustedes que están leyendo este libro han aceptado el serio compromiso de ser discípulos de Jesús. Se han comprometido a algo que la mayoría de las personas piensa es extremo. Mientras vas por la vida consiguiendo una educación, ganándote la vida, levantando una familia, o lidiando con problemas de salud, te has comprometido al señorío de Jesús y a avanzar el reino de Dios hasta los confines de la tierra. Has decidido sacrificar tiempo y dinero y energía por esta causa que es superior a ti. Es normal que las personas, al ver el estilo de vida que has elegido llevar, digan “Simplemente no puedo hacerlo” o “Nadie debería intentar hacerlo.”
Las personas que dicen estas cosas no entienden las promesas de Dios. Si los únicos recursos con los que contáramos para hacer discípulos fueran los nuestros, tendríamos que estar de acuerdo con los que dicen “No puedo.” Sería imposible. Pero como dijo Pedro:
Su divino poder, al darnos el conocimiento de aquel que nos llamó por su propia gloria y potencia, nos ha concedido todas las cosas que necesitamos para vivir como Dios manda. Así Dios nos ha entregado sus preciosas y magníficas promesas para que ustedes, luego de escapar de la corrupción que hay en el mundo debido a los malos deseos, lleguen a tener parte en la naturaleza divina
2 Pedro 1:3-4, NVI
No podemos mejorar las palabras de Pedro. Las promesas de Dios son grandes y preciosas. Se relacionan con todo lo que enfrentaremos. Si meditamos en ellas, las escribimos en nuestros corazones y confiamos en ellas contra viento y marea, veremos las bendiciones de Dios en su mundo y en el siguiente.
En las páginas siguientes leerás las promesas de Dios en lo referente a la provisión de Dios, la entrega de Dios, la comodidad de Dios y las recompensas de Dios. La sección final del libro encontrarás los capítulos más importantes sobre nuestra respuesta a las promesas. La Biblia es clara al decir que las promesas de Dios traerán acción a nuestras vidas. Si te detienes antes de estos capítulos, de seguro te perderás toda la idea. ¡Qué Dios te bendiga a medida que te aferras a sus promesas y vives tu vida confiando que serán cumplidas!
DENTRO DE TU VIDA
Para obtener una copia de este libro (inglés). Presione aquí