“Pero Dios prueba que nos ama, en que, cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8, DHH)
No nos sentimos nada bien cuando sabemos que no somos amados. Pero, ¿cuál es la diferencia cuando sabemos con certeza con nos aman, cuando las pruebas nos lo demuestran?
Pero si sabemos que nos aman por como nos vemos, o por nuestro dinero, o por como actuamos, cierta inseguridad yace justo bajo la superficie de esos buenos sentimientos. Tan bien como se siente el ser amado, sabemos que podemos perderlo si algún accidente, enfermedad, quiebra o fracaso nos privara de esas cosas hace que otros nos quieran.
Cuando nos paramos al pie de la cruz y sentimos el amor de Dios, vemos cuan increíblemente incondicional es su amor. Puedes perder tu salud, tus bienes, hasta tu reputación, y el amor que Dios te tiene no se verá afectado en lo más mínimo. Puedes resbalarte, pecar o fallar, pero si hubiera un sismógrafo que midiera los más pequeños cambios en el amor, la aguja ni siquiera temblaría. Si bien somos pecadores – y de los peores – en la cruz Dios demostró su amor por nosotros.
Nada de esto es testimonio de la suavidad de Dios ante el pecado. Nadie – absolutamente nadie – es más estricto con el pecado que Dios. Sin embargo, es un testimonio de cuan amplio y profundo es el amor de Dios (Efesios 3:18). Es un misterio de increíbles proporciones que Dios, quien tanto ama el pecado, pueda amar a los pecadores tan incondicionalmente. Pero esto es lo que demuestra la cruz. Esto es lo que hace que la cruz sea tan clara. Esto es lo que la cruz establece, confirma y prueba. Hay un Dios; él es amor; su amor es incondicional. Nada de lo que podamos hacer o dejemos de hacer impedirá que nos ame. Sería tonto tratar de llevarle la contraria a Dios de tal manera que deje de amarte; pero si te propones hacerlo, seguramente fracasarás en el intento. Ya él envió a su Hijo para que muriera por nosotros mientras tú estabas en el peor de los momentos. Si pudiéramos ver el centro del carácter de Dios usando alguna especia de CAT scan o MRI espiritual, encontraríamos un amor incondicional increíble; pero no importa cuán sofisticada pueda ser nuestra tecnología, también nos fallaría. Nunca podría mostrar la profundidad ni el aliento de este amor que “es mucho más grande que todo cuanto podamos conocer” (Efesios 3:19, DHH).
Mi esposa y yo, y nuestras tres hijas, recientemente dimos un seminario juntos acerca de inculcar valores en los niños. Pocos días más tarde, comencé a pensar en los valores que aprendemos con la cruz, de cómo Dios estaba comunicando los más vitales para él en ese momento en el tiempo. Ciertamente, no existe ningún valor más alto que el del amor incondicional. Pablo dijo que hay de, esperanza y amor, “pero el mayor de ellos es el amor” (1Corintios 13:13, DHH).
Cambiaremos si entendemos que no hay valor que mejor caracterice a Dios que éste. El éxito no hace que Dios nos ame un poco más. El fracaso no hace que Dios nos ame menos. La cruz lo prueba. La fe lo acepta.
¿Qué significa eso para ti hoy? Si Dios te amaba mientras eras su enemigo, ¿qué significa para ti ahora que eres su hijo? Si te amó el año pasado cuando florecía el trabajo que estabas haciendo para él, ¿qué significa ahora que sientes que estas padeciendo de “sequía de espiritual”? Lo que significa es donde te encuentras en este momento, no importa lo que haya pasado el año pasado, la semana pasada o anoche, Dios está ahí para ti. Él está allí con la misma pasión que demostró en la cruz. Nuestras pasiones y entusiasmo se debilitan y apagan, pero no las de Dios. Lo que fue para ti entonces, lo sigue siendo ahora. La cruz lo prueba. La fe lo acepta.
Cada vez que nos paramos al pie de la cruz debemos impresionarnos más con Dios. Pero más cosas tienen que pasar. Deberíamos estar igualmente impresionados por el hecho de que vamos a ser como él. “Ustedes, como hijos amados de Dios, procuren imitarlo. Traten a todos con amor…” (Efesios 5:1-2ª, DHH) Lo que encuentro en Dios en la cruz, necesito ponerlo en mi mente y en mi corazón. La forma como Dios lidia conmigo es la forma como yo necesito lidiar con otros. Sólo hay un lugar al que tengo que ir para aprender como tratar a mis padres, mis hermanos, mi esposa(o), mis hijos, mis vecinos, los extraños o mis peores enemigos: la cruz.
“Queridos hermanos, si Dios nos ha amado así, nosotros también debemos amarnos unos a otros” (1 Juan 4:11, DHH). En la cruz aprendemos lo que es correcto, y lo que es correcto es el amor incondicional. Dios sintió que era correcto mostrárnoslo. Y que hay de esto: Lo que correcto es que nosotros se lo demostremos a Dios. ¿Sólo amas a Dios cuando se compota como debería (/es decir, como a ti te gusta)? ¿O lo amas incondicionalmente mientras él te ama a ti?
¿En este momento, hay alguien en tu vida a quien ames condicionalmente? ¿Hay alguien de quien te ocupes sólo mientras se comportan, te miran, te tratan de la forma como piensas que deben hacerlo? ¿Hay alguien a quien hayas dejado de amar porque….(tú llena el blanco? ¿Te has alejado del mismo Dios porque no te ha dado la respuesta que querías? Un día al pie de la cruz hace que nos hagamos estas preguntas y que hagamos cambios en nuestros corazones.
Hoy, hazle reverencia Dios. Maravíllate y asómbrate al mirar a la cruz. Clama con Pablo “Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero” (1 Timoteo 1:15, DHH). Sorpréndete. Canta “Dulce es la gracia del Señor…”, y luego ve y ama de la misma forma como te han amado.
Aplicación para tu vida:
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